Desde mi práctica artística busco crear un lenguaje visual propio en torno a conceptos que son constantes en mi obra, como el fenómeno de la vida y el paso del tiempo. Intento con ellos volver al pasado a través de mi memoria, a revisar y recopilar palabras, imágenes, sonidos que luego son traducidos a un soporte que reflexione en torno a lo vivenciado: aquello que me interpela, aquello que quiero entender mejor o aquello que decidí retener para siempre.
Me interesa pensar el acto creativo como una forma de sanación, un intento desesperado por sentirse vivo y estar en el tiempo presente, desde donde poder reformular lo pasado trayéndolo al presente para darle un nuevo significado.
En mis obras abordo diferentes soportes: fotografía, bordado, inteligencia artificial, entre otros. Pienso en la fotografía como una representación del pasado, una convención fantástica y al mismo tiempo verdadera. Un instante detenido en un único rastro reducido a una porción de papel tangible y concreta, posible de almacenar en cajas o álbumes. Como si realmente pudiéramos almacenar vida. ¿Qué sucede con aquellos momentos que no fueron registrados y almacenados? ¿Acaso existieron? ¿Cómo evocarlos? Allí, en esas fotografías traducidas y resignificadas rescato esos momentos anónimos, sin registros donde juntos, lo que se ve y lo que no, vuelven a decir Presente.
A la hora de trabajar busco que mis emociones se vean reflejadas en actitudes a las que dirijo el material como por ejemplo: el enojo y la bronca conllevan la necesidad de romper, quebrar esa realidad que me rodea, desmembrarla para crear nuevas fuerzas en acción. No siempre las pulsiones creativas son iguales. Buscan diferentes canales a través de lo que mi cuerpo me dice. Crear, para mi, es muchas veces deshacer. Romper, separar en fragmentos y también punzar, coser, unir. Integrar y reintegrar la vida, su tiempo y su espacio.